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La disfagia, una de las principales secuelas de los pacientes graves de COVID-19

La disfagia, un trastorno de la deglución que implica la dificultad para tragar, es una de las principales secuelas que sufren los pacientes con COVID-19 que han permanecido un periodo de tiempo prolongado ingresados, sobre todo tras las estancias en la UCI.

De hecho, por lo general suele ser un trastorno presente en un 10% de los pacientes que son intubados por diferentes circunstancias. Es una de las conclusiones expuestas durante el 71º Congreso de la Sociedad Española de Otorrinolaringología y Cirugía de Cabeza y Cuello (SEORL-CCC) celebrado de forma virtual. 

La progresión de la enfermedad grave de la COVID-19 a menudo se asocia con el desarrollo de dificultad respiratoria aguda y puede requerir algún tipo de soporte respiratorio, incluida la intubación endotraqueal y la ventilación mecánica.

Los pacientes intubados precisan de una nutrición enteral a través de una sonda nasogástrica. Estas condiciones aumentan el riesgo de disfagia y aspiración. De hecho, según un trabajo publicado en la revista Dysphagia, en general, la prevalencia de disfagia aumenta en el 56% de los pacientes después de 48 h de tratamiento con intubación orotraqueal.

Las intubaciones prolongadas, el déficit de función pulmonar residual y la pérdida de masa muscular pueden producir dificultad para tragar. Pero también las afectaciones neurológicas que se han visto en muchos pacientes tras la COVID-19 pueden estar involucradas en el desarrollo de la disfagia. Un trabajo publicado en European Journal of Neurology apunta a que las diferentes complicaciones de la COVID-19 pueden resultar en daños en las funciones centrales y periféricas responsables de la deglución que conducen a la disfagia. El acto de tragar implica la coordinación de estructuras neurológicas centrales a nivel cortical, subcortical y del tronco del encéfalo, así como de nervios y músculos periféricos y hay ciertas complicaciones de la COVID-19 que afectan a  toda esta red, según se ha demostrado en diferentes investigaciones.

Por otro lado, en pacientes que precisan de una ventilación mecánica prolongada se debe realizar  una traqueotomía, en estos casos la complicación más frecuente es el edema laríngeo debido a que puede producirse abrasión de la mucosa, inflamaciones, hematomas o úlceras en las cuerdas vocales. Además, algunos autores han observado una tasa algo más elevada de déficits motores y7o sensitivos a nivel faríngeo o laríngeo.. Todo esto repercute en el riesgo de sufrir disfagia.

 

Factores de riesgo y consecuencias de la disfagia

Según la publicación de la revista Dysphagia, algunos factores que pueden predisponer a un aumento del riesgo de disfagia y aspiración después de la extubación son la edad y los cambios o trastornos en la voz, así como la insuficiencia cardíaca congestiva, el estado funcional del paciente, la duración de la estancia en el hospital o en la UCI, la hipercolesterolemia, haber necesitado múltiples intubaciones.

En pacientes intubados el tubo endotraqueal pasa a través de la cavidad oral, la orofaringe, la laringe y la tráquea, lo que deriva en un riesgo de lesión laríngea y traqueal, y en trastornos de la voz y en disfagia. La disfagia postintubación en pacientes graves se asocia con la duración de la ventilación mecánica, afecta de forma negativa a la vuelta a la ingesta oral y se relaciona también con hospitalización prolongada, según el trabajo mencionado.

Un trastorno de la deglución como la disfagia puede traer también consecuencias para el paciente: tendrá mayor riesgo de asfixia y de neumonía por aspiración, así como de un retraso en el retorno a la alimentación oral, de desnutrición y una disminución en su calidad de vida.

 

Diagnóstico y tratamiento de disfagia post COVID-19

El diagnóstico y tratamiento de pacientes con disfagia post-COVID-19 debe realizarse con extremo cuidado y con medidas de protección y seguridad ya que los procedimientos necesarios para la evaluación y diagnóstico de problemas en la deglución pueden implicar dispersión de aerosoles, con un elevado riesgo de contagio. Además es necesario realizar una detección temprana, entre el primer y quinto día después de la extubación, para reducir el riesgo de complicaciones, favorecer su alimentación y reducir el riesgo de desnutrición.