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¿Cómo diagnosticar la migraña vestibular?

La migraña vestibular es la primera causa de vértigo recurrente espontáneo y la segunda causa de consulta por vértigo en las consultas de otoneurología, tras el vértigo posicional paroxístico benigno (VPPB). Sin embargo, es una patología infradiagnosticada debido a su duración variable y la falta de relación temporal con la cefalea migrañosa.

La migraña asociada al vértigo es uno de los trastornos vestibulares más frecuentes en la población. Puede aparecer a cualquier edad y afecta más a las mujeres que a los hombres (en proporción 3:1). Tanto vértigo como migraña son síntomas muy frecuentes en la población general. Es habitual que ambos síntomas coincidan en el mismo paciente, por lo que el abordaje realizado por el otorrinolaringólogo irá encaminado a determinar cuál es el trastorno vestibular que origina los síntomas vertiginosos. Es fundamental realizar un buen diagnóstico diferencial ya que la migraña vestibular puede presentarse asociada a vértigo posicional, remedando así un vértigo posicional paroxístico benigno (VPPB) o, en ocasiones puede coexistir con una enfermedad de Menière, mostrando un gran solapamiento de síntomas.

La duración de los episodios que definen la migraña vestibular puede ser variable, normalmente desde 5 minutos hasta 72 horas. El 30% de los pacientes tiene episodios que duran minutos, un 30% sufren ataques de horas y otro 30% padece ataques durante varios días. El 10% restante sufre ataques durante unos segundos.

Diagnóstico 

El diagnóstico de la migraña vestibular puede ser complejo, ello condujo a la elaboración de un consenso por parte de la Bárány Society y la International Headache Society. Dicho documento establece los siguientes criterios diagnósticos de la migraña vestibular:

  • Al menos 5 episodios de síntomas vestibulares (distintos tipos de vértigo o mareo con náuseas) de intensidad moderada o severa, con una duración de entre 5 minutos y 72 horas.
  • Historia actual o previa de migraña con o sin aura. El aura incluye síntomas de vértigo, acúfenos, hipoacusia, diplopía, ataxia, parestesias y/o paresias bilaterales o incluso disminución del nivel de conciencia.
  • Una o más características de migraña en al menos el 50% de los episodios vestibulares:

-Cefalea con al menos dos de estas características: localización unilateral, carácter pulsátil, dolor de intensidad moderada o severa, agravamiento con la actividad física rutinaria.

-Al menos uno de los siguientes síntomas durante la cefalea: náuseas y/o vómitos, fotofobia y fonofobia.

– Aura visual.

  • Los síntomas no se atribuyen a otra enfermedad vestibular.

Es importante destacar que el diagnóstico de la migraña vestibular es clínico y se basa en los criterios mencionados anteriormente. Sin embargo, las pruebas complementarias ocupan un lugar importante en el diagnóstico diferencial, especialmente si hay dudas en el diagnóstico o la migraña vestibular se solapa con otra enfermedad. Se pueden utilizar las pruebas radiológicas como la tomografía computarizada, resonancia magnética, eco-doppler, angiografía, etc., que descartan fundamentalmente etiología orgánica.

Otras pruebas útiles en el diagnóstico diferencial, especialmente con la enfermedad de Meniere, son las pruebas de audición (audiometría) y las pruebas que exploran la función vestibular como la videonistagmografía (VNG), pruebas calóricas, vHIT (Video Head Impulse Test), VEMPS (vestibular evoked myogenic potentials) y electrococleografía.

Tratamiento 

El tratamiento de la migraña vestibular puede resultar un poco complejo debido a su difícil diagnóstico. En general, la modificación de los hábitos de vida se muestra efectivo tanto para la migraña en sí como para la migraña vestibular: el descanso adecuado (sueño reparador), los hábitos de vida saludable y la disminución del estrés. Se postula que la disminución o ausencia de cafeína, así como evitar ciertos alimentos como el chocolate de la dieta habitual, también podría reducir ampliamente el número de crisis en pacientes susceptibles.

Otras situaciones que se han visto implicadas son la deshidratación, factores hormonales como la menstruación o la toma de anticonceptivos orales, la ingesta alcohol, cambios de temperatura importantes o trastornos del ánimo.

En cuanto a los fármacos empleados, se debe distinguir entre la fase aguda y el tratamiento profiláctico (preventivo). En la crisis agudas se utilizan antimigrañosos del grupo de los triptanes.

Para el tratamiento preventivo disponemos de múltiples opciones, algunos ejemplos son: calcio-antagonistas (Flunarizina), beta-bloqueantes (Propanolol), antiepilépticos (Topiramato), antidepresivos (Amitriptilina) y diuréticos (Acetazolamida). En cualquiera de los casos, deberá ser el especialista quien determine el tratamiento a seguir en función de la sintomatología del paciente, su historia clínica y los efectos secundarios de cada fármaco.