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Tumores de oído: tipos, síntomas y tratamiento

Los tumores del oído o tumores del hueso temporal, que es el hueso que aloja las distintas partes del oído (oído externo, oído medio y oído interno), se clasifican en categorías en función de la localización y de la estirpe tumoral.

La localización es un factor determinante en el tratamiento y pronóstico del tumor, debido a la complejidad anatómica de las estructuras del oído.

En función de la localización, se pueden encontrar distintos tipos de tumores. 

En el oído externo pueden aparecer tumores malignos, como los carcinomas basocelulares, relacionados con la exposición al sol, y carcinomas epidermoides del conducto auditivo externo. En el oído medio es muy común el paraganglioma, que es un tumor vascular. En el oído interno, en relación con el nervio auditivo y nervio del equilibrio, son muy frecuentes los neurinomas del acústico, afectando a 1 de cada 100.000 habitantes.

Uno de los síntomas más comunes de presentación de los tumores de oído, independientemente de su localización, es la pérdida de audición. En el caso de los tumores del oído externo y oído medio, puede aparecer además salida de sangre, conocida como otorragia, supuración, sensación de taponamiento y dolor. El dolor intenso y refractario a analgésicos es un síntoma muy típico de malignidad. Los tumores del oído interno, por su parte, además de pérdida de audición, suelen producir pitido en el oído e inestabilidad. En el caso de que crezcan a través del conducto auditivo interno y presionen las estructuras cerebrales puede haber también afectación neurológica importante. Además, algunos tumores del oído pueden producir debilidad o incluso parálisis en la musculatura de la cara debido a afectación del nervio facial, que discurre a través del oído.

Diagnóstico de los tumores del oído

El papel del otorrinolaringólogo es fundamental en el diagnóstico de los tumores del oído ya que la mayoría de los pacientes van a consultar por pérdida de audición y otros síntomas relacionados. El especialista verá el tipo de pérdida de audición y explorará el aspecto del conducto auditivo externo y de la membrana timpánica. Tanto la historia clínica como la exploración física son fundamentales para iniciar la sospecha de la presencia de un tumor y orientar el diagnóstico.

El estudio diagnóstico será dirigido en función de la sospecha clínica.

Las pruebas radiológicas que permiten visualizar tanto las estructuras óseas como las partes blandas, juegan un papel clave en la caracterización de los tumores del oído y en el tratamiento quirúrgico a seguir, pues proporcionan al otorrinolaringólogo precisión en cuanto a la localización, extensión y afectación de las distintas estructuras del oído.

Las pruebas de imagen mas habituales son la tomografía computarizada (TAC) y la resonancia magnética (RM). Según el tipo de tumor pueden ser necesarias otras pruebas  radiológicas menos habituales como la arteriografía o la tomografía por emisión de positrones (PET).

En la gran parte de los casos, debe tomarse una biopsia de la lesión, si esta es accesible, para determinar la estirpe tumoral y planificar el tratamiento más adecuado.

Además,  deberá realizarse una audiometría para cuantificar el grado y tipo de pérdida auditiva, y en algunos casos será conveniente estudiar la función del equilibrio mediante pruebas vestibulares.

Tratamiento de los tumores de oído

El tratamiento de los tumores del oído depende de si se trata de lesiones malignas o benignas, de la estirpe concreta del tumor y de su localización. En caso de las lesiones malignas, el tratamiento más importante es el quirúrgico, con el objetivo de conseguir su resección completa, y en ocasiones se podrá complementar con quimioterapia o radioterapia. Es primordial contar con unos conocimientos extensos del hueso temporal y de sus estructuras adyacentes para un correcto manejo de estos tumores que permitan la mejor solución para el paciente. La técnica quirúrgica dependerá de la localización y la extensión del tumor.

Además, el otorrinolaringólogo deberá ocuparse de la rehabilitación de las posibles secuelas derivadas de las cirugías, así como de la pérdida de audición secundaria al tumor o al tratamiento del mismo. Por lo general, para reconstruir los defectos cutáneos se recomiendan colgajos regionales, de tal manera que se consiga la mínima morbilidad del sitio donante y se puedan reducir los tiempos quirúrgicos y las estancias hospitalarias. En el caso de defectos o secuelas más extensas, reintervenciones o casos radiados, se prefieren colgajos libres.

En el caso de los tumores benignos existe una tendencia a reducir la agresividad en su tratamiento. Algunas lesiones requerirán cirugía pero otras pueden ser controladas con pruebas de imagen sin ser necesario llegar al tratamiento quirúrgico.